A
veces me pregunto qué pasaría si te quedaras. Qué pasaría si fuéramos siempre
al mismo lugar, si regresáramos por el mismo párrafo. Hay un enorme vacío allá
afuera. El parque, la farmacia, los niños que no están. Y la ventana siempre
abierta hacia adentro. ¿Andaríamos la misma tarde? A pesar del laberinto que
invade, por encima de las hojas vacías sobre la mesa, los peces, las tardes ciegas,
los apuntes inútiles sobre tu nombre, sé que pasaría algo más sobre la
cuadrícula del tiempo. Sería como un viaje. Hallaríamos juntos eso que nunca supimos qué es y que decías no importaba. Tal vez figuras, nuevos rostros en
los marcos. Cambiaríamos el color de la alfombra. Siempre es el tiempo cuando
no estás. Quisiera no tener memoria ¿sabes?, abandonar las camisas y meterme en
tu pecho. Seguir el extraño encanto de jugar sin saber qué. Como cuando sacábamos
las cartas, ¿lo recuerdas?, una adivinanza, un secreto, el abismo y de pronto
el papel. Tú juegas sin reparos sobre el papel, eres capaz de esconder su vacío,
descubrir la melodía, explicar el
parque, la farmacia, los niños que no están. Pienso en ti porque no te importan
los espejos ni las paredes que se mueven como gigantes alrededor. Porque
contigo las tardes ciegas destejen las cuadrículas enormes del calendario. Y sucede
que esparces el amanecer, invades sobre el
ruido, lo transformas, a pesar de la lluvia y la ventana abierta hacia adentro,
aún cuando mis manos se olvidan el camino de tu cuerpo y mi mente no está sobre
la mesa. Me olvido a tu incendio que se abraza en la lluvia, como un loco a su
fantasía que lo consume, a pesar de la memoria, el laberinto y el sin sentido
del reloj. Es apenas un instante. La chispa de los fósforos, un parpadeo,
la habitación a solas, un nuevo amor. A veces me pregunto qué pasaría si te
quedaras.
EQM